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A SANGRE Y FUEGO

Actualizado: 29 nov 2021





Siempre he defendido que escribimos así como somos, que mostramos en nuestras historias más de lo que nos gustaría, que contamos nuestros sentimientos y nos abrimos en canal, aunque antepongamos la máscara de la metáfora. Desahogarse con la palabra, rezándole al dios secreto de lo oculto, para mostrar la sinrazón de nuestras vidas, ahogadas en tinta y papel.

Los lectores tenemos la responsabilidad de buscar al autor y rebuscar en sus entrañas, destripar cada palmo de letras para descubrir sus tesoros, acompañarlos en sus pesadillas y demonizar sus terrores.


Autobiografías, el placer de contarlo tú mismo


Las autobiografías son narraciones de las vidas de personas contadas por ellas mismas. ¿Cuántos de nosotros no hemos soñado alguna vez con contar las peripecias de nuestras vidas? Siempre hay algo que merece la pena compartir, un episodio sombrío o el más espectacular jamás escrito. Nos creemos seres únicos y, en realidad, lo somos. Vivimos en paralelo, los unos junto a los otros, pero la forma de sentir esa realidad cambia de persona a persona y de ahí nuestro espíritu biógrafo.

Tampoco vamos a olvidar que contar algunas experiencias puede ser alentador para los que estén pasando por un momento similar, que nos pueden hacer reflexionar sobre temas que jamás hemos vivido o que, simplemente, fomentan nuestra conciencia social. No vivimos aislados en planetas, aunque nos guste alardear de que cada casa es un mundo por explorar. Nos parecemos, soñamos lo mismo, y también sufrimos igual.

La biografía es esa parte de la literatura que nos muestra que somos de carne y hueso, que por dentro nos corre la misma sangre que da poder al sentimiento. Viejas argollas de metal nos atan a las mismas disyuntivas, nos hacemos las mismas preguntas, buscamos la felicidad.

El “Diario de Ana Frank” marcó a todos aquellos que habían sufrido como ella, compartieron sus amarguras en plena Segunda Guerra Mundial y nos rebanó el corazón, sangrante de tantas batallas absurdas.

Infinidad de personajes famosos, políticos, actores, cantantes, deportistas… todos tienen su parcela personal donde contar cómo llegaron a la fama y los ardides vividos para conseguirlo. Nos podemos sentir identificados en algún momento con su relato o dejarnos llevar por la fantasía de una vida que supera la ficción. Tal vez nos suban el ánimo y nos recuerden que cualquiera puede conseguir sus sueños, luchando, con perseverancia y ahínco. Sentir que podemos lograrlo es una de las bazas de este tipo de lecturas.



Libros de autoayuda y superación personal


Recuerdo el libro “El Secreto” de Rhonda Byrne o “El poder está dentro de ti” L. Hay, de una época en mi vida en que me buscaba y no encontraba por ninguna parte. Son narrativas amenas, reflexivas, que intentan sacar una parte positiva de todas las cosas e intentar mejorar la vida del lector. Reconozco que cuando los lees te sientes bien. Puede que no te resuelvan la vida y que al finalizar la narración no haya ocurrido nada especial a tu alrededor. Seguirás teniendo los mismos problemas y el mundo girará en esa misma dirección desquiciante que nos aterra, pero sin duda, el poder de estos libros se basa en remover nuestras entrañas y sacar la basura fuera. Barrer todo lo que no interesa y centrarnos en ese presente olvidado del que nadie habla. Una aventura hacia ese desconocido interior al que nunca escuchamos como es debido. ¿Rendirse? ¡Atrévete a leer!


Libros espirituales


No están muy lejos de la autoayuda y a veces se confunden. A mí me gusta diferenciarlos haciendo hincapié en el papel que las diferentes religiones y filosofías han tenido sobre la historia de la humanidad. Siempre me han fascinado otras culturas y por ende, todas esas religiones desconocidas a las que millones de personas rinden culto a diario. Panteones repletos de dioses o uno solo, infunden sentimientos tan contradictorios como el amor y el miedo. La Biblia, El Corán, La Torá, el Budismo, Tao, I Ching… y muchos libros que hablan sobre ello en sus historias. Aquí incluyo porque siempre me hizo gracia, a “Y Dios vuelve en una Harley” de Joan Brady y “El Alquimista” de Paulo Coelho.


Cuentos de Navidad


Sí, es extraño que haya metido este tipo de cuentos, pero son entrañables y me remueven por dentro. ¡Y no solo en Navidad!

Lo sabéis, pero no queréis reconocerlo. Están ahí, aguardando todo el año a que abráis las puertas a sus mundos de magia y nieve. Más allá de la religión y la pura tradición, los cuentos navideños son pura fantasía, a medias entre el drama, la familia y el amor. Desde “Un cuento de Navidad” de C. Dickens y “El cascanueces” de Hoffman hasta el cuento navideño de nuestra compañera Jessica Galera Andreu “Diana, a la luz de un candil”.

Los cuentos proporcionan esa pizca de luz en un mundo de tinieblas, al calor del hogar, bajo un manto de fría realidad. ¿No es la época de los milagros? Desde luego, nos hace falta a todos uno, quizás podríamos escribir nuestro propio cuento navideño. Uno donde todo termina bien y 2020 ha sido solo un sueño…


Poesía


¡Ah, nada como el sentimiento vivo de la lírica para atrincherar el corazón! ¿Nunca os habéis quedado temblando ante unos bellos versos? La poesía tiene la capacidad de desmontar un corazón en apenas segundos, un arma afilada y convulsa que nos escupe al nivel del betún y nos arrasa por dentro como una hoguera. Sentir es como engañar al alma para que tiemble y deje su pedestal eterno; de las brasas de ese rastro luminoso nacen los versos.

Homero, Shakespeare, Baudelaire, E. Dickinson, Machado, Neruda, Calderón de la Barca… En todas las épocas y continentes ha habido personas dedicadas al antiguo oficio de crear poesía. Elegante manera de exaltar las más bellas pasiones, pero también las más temibles y oscuras. Los versos jamás dejan indiferentes.



Novela Romántica


Megan Maxwell, Elísabet Benavent, Nora Roberts, Abril Camino, Jane Austen, Emily Brönte…; hay un largo rastro de novelas antiguas y modernas donde el sentimiento aflora como parte natural de la vida. Se ríe y se llora, se ama y se odia. El amor hace de la vida un lugar más agradable y nos morimos por el placer de ser amados, nos sumergimos en la piel de los amantes y vivimos sus desgracias, apartamos la razón a un lado y nos dejamos llevar por el corazón. Aquel que no siente es que está muerto.


Fluir con los sentimientos


Si algo he aprendido en mi corta vida de escritora es que hay que dejarse llevar por los personajes y sus historias. Cuando se ama, se ama; cuando se llora, se llora. Las relaciones piden a gritos conflictos y soluciones, trampas mortales y limbos donde adentrarse en mil placeres diferentes. Para crear un sentimiento hay que vivirlo.

Quizás no nos da la vida para procurarnos ese episodio narrado, pero como buenos actores que somos, debemos meternos en la piel de nuestros personajes muy a menudo. Cuando escribimos somos nosotros mismos y mil vidas más. Contagiamos las palabras de crítica y rencor, de añoranza, pasión y deseo. Volcamos lo que el mundo nos da y lo reconvertimos en pedazos de historias de pseudo-realidad, porque más allá del relato, hay mucho del escritor que lo cuenta.

Para conocer en profundidad a los autores, solo hay que leerlos. Nuestros libros son rutas de paso para todo lo que sentimos, desde ideas políticas, nuestra forma de encarar relaciones románticas, nuestros deseos futuros… Todo está escrito y disgregados en pequeños tesoros escondidos, que el buen lector sabrá reunir e interpretar rebuscando en nuestras almas.

A modo personal, debo añadir que cuando decidí escribir “Por tu sangre”, mi primera novela autopublicada, me hallaba en un momento personal terrible. La fibromialgia se había apoderado de mi cuerpo y tenía el control sobre mi vida. Estaba hundida y escribir me sacó del agujero recordándome que tan solo yo tenía el dominio sobre mis actos. Escribí sobre vampiros por la fuerza y melancolía del personaje. Una dicotomía que entendía muy bien, porque yo misma sufría en mi piel la debilidad y me azotaba el recuerdo de una vida mejor. Los vampiros me salvaron de la depresión y pude volcar en ellos muchas de mis inquietudes y anhelos. Cada personaje que creamos lleva un poco de nosotros mismos porque le hemos dado vida con nuestra esencia vital, somos un poco vampiros todos convirtiendo seres cualesquiera en inmortales...


Un placer, como siempre, desahogarme con el lector, camarada de mis emboscadas, amigo estelar.


©Diana Buitrago, 2020


*Esta entrada fue creada para el blog de mi amiga Pilar, La Eremita www.desdeelredondal.com. Imágenes de Pixabay y Unsplash.


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